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miércoles, 17 de agosto de 2011

La idea surge dada por la propia característica del trabajo del dramaturgo. Una tarea en soledad. No tiene ejército, ni caballos, ni perros cimarrones, ni lanzas, ni banderas. Nada. Sólo un hombre con una cabeza poblada de imágenes. Nada más. Pero por otra parte, si se analiza la historia del teatro; es lo que persiste. Es lo que queda. Es paradójico que de un arte presencial, lo que recuerda la Historia es al autor. Es el que vence. La historia generalmente sólo escribe sobre los vencederos. Los otros quedan en el olvido. Sánchez tiene a su favor, para generar ese mito en el imaginario, ese lugar en el altar de los héroes criollos, tres condiciones; ser de origen humilde, lograr el éxito y morir joven.